¿Cuántos hoy?
Mírelo usted, licenciado. Dieciocho y contando. Seis en una camioneta frente a las Torres, envueltos para Navidad. Otros cinco por el Boulevard 2000, fresquecitos de la madrugada. Tres repartidos por la ciudad. Los demás en bolsas. Por eso le digo que “y contando”: aún no hallan todas las partes.
Dicen las noticias que es un nuevo récord.
Y a como vamos tendremos otro el siguiente año, mi lic. ¿O qué no ha visto cómo va la cosa con los visitantes? Pinches jarochos nos están dando en la madre con tanta guerra que se traen.
Ni que los locales fueran mejores, don Ernesto. Sea como sea, ellos siguen cobrando piso.
¡Y vendiendo! Ya no sabe uno ni dónde puede surgir un nuevo punto, nomás cuando ya vio al conecte parado en la esquina.
El truco está en vivir donde ellos, donde sus familias. Ni el más valiente ni el más idiota se atreven a hacer negocios ahí— si lo hacen les cobran caro.
Como a su vecino el Chimi, ¿No? A ese se lo tronaron por vender donde no debió. Me dijo la mamá de usted que le dieron seis balazos, sin tiro de gracia.
Aún estaba vivo cuando lo encontraron, don Ernesto. Con los ojos hacía como si suplicara cual carnero degollado. No alcanzó a decir nada, solo a morirse ahí en el pavimento, entre los orines de los perros callejeros y la basura del lunes.
Pinche Chimi. ¡Pendejo! Pero allá él, viviendo fácil en vez de trabajar. Es tentadora esa vida, ¿eh?
Para los jodidos. Para los que no tienen de otra en la vida. Prefieren arriesgar el pellejo por una probadita de poder y riqueza, de éxito.
¿Y ese “éxito” qué es, licenciado? No había nacido usted aún, pero yo me acuerdo que ahí andaban todos atrás de él, atrás del Sueño.
¿El Sueño Americano?
¿Cuál otro, mi lic? Por ese vienen aún los haitianos y los salvadoreños, aunque al final no hagan otra cosa que quedarse aquí o morirse en el desierto.
Igual que en sus países. Allá también matan.
Pero en Tijuana hay vida, si es que a esto se le puede llamar así. Mire nada más qué tragedia: cruzar selvas y ciudades para acabar vendiendo cigarros en un semáforo.
O peor. ¿No vio que ya somos capital del tráfico fronterizo de personas? Hágase un favor: si va a comprar caricias, pregunte a las chicas de dónde vienen. Es más, mire al resto de los clientes. ¿A cuántos gringos ve contratando a las señoritas? Ese es el éxito, don Ernesto: poder comprarlo todo— hasta a la gente. El Sueño Americano vino a nosotros, y sus pesadillas también.
¡Pinches gringos! Por ellos también estamos como estamos.
Bueno, bonito, barato, don Ernesto. Mucho libre mercado, mucha oferta y demanda de cuerpos, de drogas, de vicios.
Pero los malos somos nosotros, ¿Verdad? Les sembramos sus cosechas y sus drogas para que se atasquen y den gracias en su día ese del pavo. Pero el mexicano que se quede en su tierra, que no venga si no es a limpiar pisos y a lavar platos.
Y es contagioso. Así también le pegamos al hondureño y al guatemalteco cuando vienen a pedirnos pasaje o asilo. Entre latinos nos odiamos más. Pero es cierto: les cambiamos a los gringos la droga por verdes y armas. Es el ciclo, un ciclo en el que salimos perdiendo. Al final, ¿Qué daño les hacemos nosotros? Ellos solitos se matan con el fentanilo.
¡O con sus balaceras!
En eso tiene usted la razón. Nunca falta el loco que se pone a sembrar plomo en una escuela o un centro comercial. Igual que aquí, ahí están el que vende balas y el que las dispara.
¿Sabe, licenciado? Eso es algo que no entiendo.
¿Qué cosa?
Las armas. Todos quieren tener una, aunque solo sirvan para sembrar muerte. No entiendo por qué.
Es por el poder.
¿Por el poder?
Sí, el poder— el poder sobre la vida de otros, sobre la voluntad de otros. Cualquiera hace lo que uno diga cuando tiene una .45 pegada a la sien. Así se forjan imperios, don Ernesto, y así también caen.
¿Y el imperio yanqui para cuándo, mi lic? Como que ya se están tardando en despedirse.
Algún día, seguro. Pero entonces vendrá otro a ocupar su lugar y seguiremos siendo los súbditos. Igual el mexicano ya está más que acostumbrado. Perder la mitad del territorio y sufrir dos siglos de dominación rompen a cualquiera.
¿Entonces no ve de otra, licenciado? Usted que tiene estudios, que ha viajado, que conoce el mundo… ¿No ve cómo salgamos de esta?
Nos hemos vuelto como ellos, don Ernesto. Y nos gusta. Otra vez el Sueño Americano, pero en tierra nuestra: poder, sexo y violencia. Eso somos, en eso nos convertimos— en un reflejo prieto y jodido del Tío Sam, en un oprimido que solamente aspira a ser el opresor. Mismos deseos, mismos vicios. Lo único que nos separa es que nosotros ya no fingimos ser civilizados.
No pues sí… Está difícil, está difícil… Y a todo esto, mi lic, ya ni le pregunté cuál periódico va a querer.
El de siempre. Deme ese de allí, el que tiene a la vieja encuerada y el cadáver decapitado…
How many today?
Look at it, licenciado. Eighteen and counting. Six in a van in front of the Towers, wrapped up for Christmas. Another five along Boulevard 2000, fresh at dawn. Three scattered around the city. The rest in bags. That is why I say "and counting": they've yet to find all the body parts.
The news says that it is a new record.
And the way we're going, we'll have a new one next year, mi lic. Don't you know how things are going with the visitors? Fucking jarochos are beating the shit out of us with that war they brought.
Not that the locals are any better, Don Ernesto. Be that as it may, they continue to collect protection money.
And selling! One no longer knows where a new drug point might emerge, just blink upon seeing the dealer standing in the corner.
The trick is to live where they live, where their families live. Neither the bravest nor the most idiotic dare to do business there— if they do, they get charged dearly.
Like your neighbor el Chimi, right? That one was shot for selling where he shouldn't have. Your mother told me that he was shot six times, no coup de grâce.
He was still alive when they found him, Don Ernesto. With his eyes he begged like a slaughtered ram. He didn't manage to say anything, just died there on the pavement, among the piss of stray dogs and the garbage out on Monday.
Fucking Chimi. Pendejo! But he had it his way, living easy instead of working. It's a tempting life, huh?
For the dregs. For those who have no other option in life. They would rather risk their necks for a little taste of power and wealth, of success.
And what is "success", licenciado? You hadn't been born yet, but I remember that everyone was chasing after it, racing after the Dream.
The American Dream?
What other could it be, mi lic? That's why Haitians and Salvadorans still come, even though in the end they do nothing but stay here or die in the desert.
Just like in their countries. They kill there too.
But in Tijuana there is life, if you can call it that. Look what a tragedy it is: crossing jungles and cities just to end up selling cigarettes at a stop light.
Or worse. Don't you know we are now the capital of cross-border human trafficking? Do yourself a favor: if you go buying caresses, ask the girls where they come from. What's more, look at the rest of the customers. How many gringos do you see hiring the ladies? That is success, Don Ernesto: being able to buy everything— even people. The American Dream came to us, and its nightmares too.
Fucking gringos! They're the reason we are living like this.
Good, nice, cheap, Don Ernesto. It's a free market with lots of supply and demand for bodies, drugs, and vices.
But we are the bad guys, right? We sow their crops and their drugs so that they can get stuffed and give thanks on their turkey day. But the Mexican better stay in his land and not come over except to mop floors and wash dishes.
And it is contagious. That is also how we treat the Hondurans and Guatemalans when they come to ask us for passage or asylum. No hate like the one Latinos harbor for each other. But it's true: with the gringos we trade drugs for greens and guns. It's a cycle, a cycle in which we always lose. In the end, what harm do we do to them? They kill themselves with fentanyl anyways.
Or with their shootings!
Correct. There is always a madman sowing lead in a school or a shopping center. Just like we do here, they have someone who sells bullets and someone who fires them.
You know, licenciado? That's something I don't understand.
What thing?
Weapons. Everyone wants to have one, even if they only serve to sow death. I don't understand why.
It's about power.
About power?
Yes, power— power over the lives of others, over the will of others. Anybody does what you say when you're holding a .45 to their temple. This is how empires are forged, Don Ernesto, and this is also how they fall.
And the Yankee empire, mi lic? They're taking a long time to say goodbye.
Someday, surely. But then another will come to take its place and we will continue to be nothing but subjects. The Mexican is already more than used to it. Losing half your territory and suffering two centuries of domination will break anyone.
So you don't see any other way, licenciado? You are a learned man, you have travelled, you know the world… Don't you see any way out of this?
We have become like them, Don Ernesto. And we like it. It's the American Dream again, but on our land: power, sex and violence. That's what we are, that's what we've become— a swarthy, fucked-up reflection of Uncle Sam, an oppressed country that only aspires to become the oppressor. Same desires, same vices. The only thing that separates us from the gringos is that we no longer pretend to be civilized.
Well yes… It's difficult, it's difficult… And to all this, mi lic, I haven't even asked you which newspaper you want.
The usual. Give me that one over there, the one with the naked woman and the headless corpse…