Podría escribir los versos más trillados
Podría escribir cuentos que vos ya has escuchado
Podría hablar de noches bajo una Luna desquiciada
De un amor baldío, pérfido, de un beso que no vale nada
De una silueta imposible, de un amorío olvidado
De la crueldad de un hombre despiadado
De un correr a través de las calles
desoladas de un pueblo del Norte Chico,
De una sinfonía a base de metralleta,
del trocar de las botas en el fango
Del silencio a las diez de la noche, y la cacofonía de las doce,
y el silencio de nuevo a las una.
Podría contar más historias ya olvidadas
¿Pero qué sentido tendría una historia ya contada?
Podría escribir los versos más angustiantes
De los que ponen el pelo en punta
No por su contenido, sino por lo que representan
Por lo que significan
Porque cuando el padre le dice al hijo que no tema
Es porque debe temer
Porque el padre teme
Pero no teme por él, sino por el hijo
Y mientras se lo llevan a lo alto de la Cordillera
A las nieves perfectas, a estas cumbres borrascosas
Donde el rugir de la tormenta, y el caer
del copo cubre con su blancura
Cubre la sangre, cubre la orina
Cubre al padre que no derrama lágrima
Porque llorar no es de hombre, le dijo al hijo
Y el hijo lo toma a pecho
Y no llora cuando levanta pancarta
Y no llora cuando grita muerte y genocidio
Y no llora cuando es su turno en la montaña
Podría contar historias que así se repiten
¿Pero qué sentido tienen las historias reiteradas?
Podría escribir versos más perversos
Cuentos que también ya has escuchado
Cuentos que hielan la sangre,
no porque son fríos, sino porque son cálidos
demasiado cálidos
El tipo de cuento que se desparrama por las calles,
el cuento con sabor a natre
Con olor a mostaza, con la visión desteñida,
con las manos destartaladas
El tipo de cuento que se esconden de uno,
como ratas vagando por las Grandes Alamedas
Esas calles de mezclilla por las que hace una eternidad
caminaron los grandes
Bernardo O’Higgins, San Martín, Simón Bolívar,
nombres grandes para hombres grandes
Dejando a su paso riqueza y ruina, estos santos de la espada
Bastardos de una tierra bastarda, próceres de una tierra en decadencia
Y por estas mismas calles,
carentes tanto de Grandeza como de Alamos,
Fueron por estas venas,
por las arterias de la Gran Capital por donde pasaron
Los camiones, los sastres, los periodistas, y los políticos
Los verduleros, los músicos, los libreros, y los estudiantes
Por estas calles quebradas y llenas de fosos
tapados con ripio pasaron los protestantes
Por estas avenidas por donde pasaban
los viejos trolebuses y los taxis negros y amarillos
También pasaron hambre los hijos y nietos de las callampas,
los recolectores de cartón y
Por estas calles fue también por donde pasaron
los militantes y las tanquetas.
Podría contar más historias igual de jodidas, igual de bastardas,
¿Pero qué sentido tendría contar historias que todos ya conocen?
¿Para qué abrir heridas mal selladas sin la intención de curarlas?
¿Para qué seguir con una farsa que ya nadie se cree?
¿Para qué?
Esa siempre ha sido la pregunta,
y perdón si te he creado cierta esperanza,
Cierta luz en la panza,
Pero no tengo la respuesta que vas buscando
Ya nadie la tiene, si es que alguna vez existió
Y si alguna vez existió, fue reprimida
Y si no fue reprimida, se le ocultó
Y si no fue ocultada, ¿Realmente importan?
Podría escribir versos sin más sentido que el concreto
Sin nada más que lo que se ve con la mirada
Sin más significado que el que se palpa con las manos
Sin ya moraleja que de sazón a lo insensato
Podría contar más historias que no serán escuchadas
Historias que no tienen lugar en este mundo
pero ellas quieren ser contadas
Quieren ser escuchadas
Así que sin más razón que la que me falta
Y sin más voz que la quebrada
Pongo mano en la tecla, tinta en la jarra
Estas historias serán contadas.
I could write the most overused verses
I could write tales you’ve already heard
I could talk of nights under a maddened Moon
Of a barren, perfid love, of a kiss that means nothing
Of an impossible silhouette, of a long-forgotten affair
Of the cruelty of a merciless man
Of running through desolate streets
in the midst of a Norte Chico town,
Of a symphony played with machine guns,
of the turn of the boots amidst mire
Of silence at Ten O’Clock, and the cacophony at Twelve,
and the silence again at One.
I could tell more stories already forgotten
But what’s the point of an already told story?
I could write the most distressing verses
The kind that raises your hair
Not in content, but in meaning
Because of what they want to convey
Because when the father tells the son not to fear
It’s because they have to fear
Because the father fears
But he doesn’t fears for him, but for the son
And while they take him to the top of the Cordillera
To the perfect snows, to these wuthering heights
Where the roar of the storm, and the falling
of the flake covers with its whiteness
Covers the blood, covers the urine
Covers the father who sheds no tear
Because crying isn’t for men, he told the son
And the son takes it to heart
And he doesn’t cries when he rises the sign
And he doesn’t cries when he screams death and genocide
And he doesn’t cries when it’s his turn up on the mountain
I could tell stories that like this, they repeat
But what’s the point of reiterated stories?
I could write the most perverse verses
Tales you’ve already heard as well
Tales that freeze the blood,
not because they’re cold, but because they’re calid
Way too calid
The kind of tale that splatters through the streets,
a tale that tastes of bitter
that smells of mustard, with an off-color vision,
with dilapidated hands
The kind of tale that hides from you,
like the rats running through the Grand Poplar Groves
Those streets of denim through which
the Great walked an eternity ago
Bernardo O’Higgins, San Martín, Simón Bolívar,
Great names for Great people
Leaving behind riches and ruin, the Saints of the sword
Bastards of a bastard land, heroes of a decadent land
And through these same streets,
lacking in both Grandness and Poplars
It was through these veins,
through the arteries of the Great Capital that they passed by
The trucks, the tailors, the journalists, and the politicians
The greengrocers, the musicians, the booksellers, and the students
Through these broken streets, plagued with holes
filled with gravel, walked the protesters
These avenues through which
the old trolley-buses and the black-and-yellow taxis went through
The children and grandchildren of the callampas
also went through hunger, the cardboard collectors and
Through these streets also passed
the militants and the tankettes.
I could tell more stories just as fucked up, just as bastardas,
But what’s the point of telling stories everyone already knows?
Why reopen badly closed wounds without wanting to heal them?
Why continue with a lie no one believes?
What’s the point?
That’s always been the question,
and I apologize if I’ve given you any hope,
Any light within,
But I don’t have the answer you’re looking for
No one has it anymore, if it even existed in the first place
And if it did, it was repressed
And if it wasn’t repressed, then it was hidden away
And if it wasn’t, then did it ever really matter?
I could write verses without any sense but what’s concrete
Without anything else but what one can see with their own two eyes
Without more meaning than what you can caress with your hands
Without a moral to give flavor to the senseless
I could tell more stories that won’t be heard
Stories without a place in this world
But they want to be told
They want to be heard
And so, without any reason but the one I lack
And without any voice but a broken one
I put hand to the key, ink to the jar
These tales will be told.